YOGA DARSHANA UPANISHAD (VI)
Capítulo sexto: PRANAYAMA
VI.1-6. He aquí el control del aliento;
VI.2. Es preciso saber que los tres tiempos que acompasan tu respiración no son otros que los fonemas que constituyen el pranava (AUM).
VI.3. Cuando haces descender el aire hasta tu vientre por ida, medita en la letra A, durante al menos dieciséis medidas.
VI.4. Cuando retienes el aire en ti, medita en la letra U, durante al menos dieciséis medidas, al tiempo que haces resonar OM.
VI.5. Y cuando rechazas el aire por el canal de pingala, medita en la letra M, procurando ocupar treinta y dos medidas.
VI.6. Ese es el verdadero pranayama.
VI.7-10. Haz descender de nuevo el aire por el canal de pingala, meditando en la letra A, durante al menos dieciséis medidas. Retén luego el aire en ti, meditando en la letra U y esforzándote en retener el aire durante sesenta y cuatro medidas repitiendo el pranava. Y, para terminar, expulsa el aire siguiendo el canal ida, meditando en la letra M durante al menos dieciséis medidas.
VI.11. Si practicas este control durante seis meses, serás maestro; al cabo de un año, verás a brahman; por eso, debes esforzarte sin cesar.
VI.12-14. Inspirar el aire es puraka; retenerlo como se llena una olla, es lo que se llama kumbhaka; la espiración se llama rechaka. El control hace transpirar; es el efecto menos interesante; con mayor práctica hace temblar; los que mejor lo ejecutan adquieren el poder de levitación; cuanto mejores son, más se elevan.
VI.15-17. Mediante el control es cierto que purificas a fondo tu espíritu; entonces tu gloria se distingue rodeando tu cuerpo de luz. El espíritu y el aliento se unen y se establecen en atman; entonces es cuando, impulsado por el control, puede elevarse el cuerpo del adepto.
VI.18. Por el saber así adquirido se consigue la liberación del samsara (cadena de renacimientos); se puede entonces abandonar puraka y rechaka, y limitarse a kumbhaka; todos los pecados se borrarán y se obtendrá el conocimiento más elevado.
VI.19. Por el pranayama el espíritu se torna claro y sutil, los cabellos grises recuperan su color, nada hay que no se pueda lograr. Por eso debe practicarse una y otra vez el control del aliento.
VI.20-24. Si practicas el control del aliento inspirando profundamente el aire, al alba y en el crepúsculo, antes de que amanezca, o al mediodía si lo prefieres, retén tu aliento en la punta de la nariz, en el ombligo o en los dedos de tus pies, y lograrás vivir cien años. Pues el aliento está bien dominado si se retiene en la punta de la nariz; si lo retienes en el ombligo, la enfermedad no hará presa en ti, y si es mantenido en los dedos de los pies, tu cuerpo se tornará brillante.
VI.25-30. Bebe el aire inhalándolo por la boca con ayuda de la lengua: no tendrás jamás sed ni hambre y no conocerás jamás la fatiga. Si mantienes el aliento en la raíz de la lengua, podrás beber la ambrosía y conocerás la verdadera felicidad. Inhalando por ida y conservando el aliento entre las dos cejas, beberás el néctar y mantendrás siempre tu cuerpo con buena salud. Ayudándote con las dos nadis (ida y pingala) y conduciendo el aire hasta el ombligo, serás preservado de todo mal. Y si durante un mes entero bebes el néctar gota a gota, inhalando el aire tres veces al día y conservándolo conforme a las reglas en un punto elegido de tu cuerpo, ningún mal procedente de los vientos o la bilis podrá jamás herirte.
VI.31. Las enfermedades de los ojos son curadas por el aliento en la frente, así como las de los oídos por el aliento retenido en los oídos, y las jaquecas por el aliento retenido en el fondo de la cabeza.
VI.32-35. Así, en la postura llamada svastikasana, teniendo bien dominado el espíritu, haciendo ascender suavemente apana y repitiendo el pranava, el adepto debe, con sus manos, aislarse del mundo exterior; sus pulgares cerrarán sus dos oídos, sus índices cerrarán sus ojos y otros dedos sus dos fosas nasales; mantendrá así el apana en el interior de su cabeza hasta conocer la beatitud, pues el aliento alcanzará entonces la puerta de brahmarandhra.
VI.36-51. En ese momento, el sonido (nada, bajo la forma de la sílaba mística OM) se manifestará de pronto como si se soplara en una caracola; será luego como un trueno y, cuando el aliento llegue por fin a lo alto de la cabeza, oirás el fragor de una cascada de montaña, y tu atman, complaciéndose en este ruido, se mostrará en verdad a ti…