Danos el pan cada día
Todos buscamos la autorrealización, tanto interna como externa.
Los deseos y las aspiraciones surgen de un impulso que nos induce a satisfacerlos. Para tener una existencia plena es crucial satisfacer las necesidades básicas.
Estamos formados por distintas estructuras y niveles y, según nuestra personalidad, damos prioridad a unos respecto a otros. No ser conscientes de las necesidades de todos ellos tendrá, con el tiempo, consecuencias no deseables, y no podremos entender ni sabremos identificar el origen de nuestro malestar, inquietud, irritabilidad, descontento y otros muchos estados de ánimo.
Queda clara la necesidad de satisfacer el nivel biológico: hambre, sed, sueño, impulso sexual, etc. Pero no menos importantes son el nivel afectivo emocional, el mental y, por supuesto, el espiritual. Parece, no obstante, que algunas personas creen que los que están en vías espirituales no necesitan satisfacer el nivel biológico.
No recuerdo exactamente cuándo me surgió el impulso de averiguar el propósito de mi vida. Sí me vienen imágenes de estar acostada por las noches y desear descubrir a qué había venido, qué sentido tenía haber nacido. Esas imágenes son de una niña de no más de diez años. Con el tiempo, se terminó convirtiendo en una especie de ritual: en la cama, boca arriba, le pedía a Dios que me ayudara a descubrirlo. Luego me colocaba de lado y me echaba a dormir. Por cierto, nunca tuve claro cómo concebir a Dios; incluso me producía cierto conflicto no poder percibirlo como un anciano con largo pelo blanco y abundante barba; sobre todo, no podía imaginar a Dios con cualidades humanas.
El hecho de ser una persona con fuertes deseos de autorrealización no me hace sentir especial, pero sí afortunada, muy afortunada.
Cuando encontré mi vocación estaba trabajando. Entonces no fui consciente de la valentía que se necesita para abandonar la seguridad de un sueldo y convertirse en autónomo, ni de la necesidad de tener una gran firmeza cuando alrededor intentan persuadirte de que renuncies al riesgo de dejar un trabajo estable y exponerte al fracaso. ¡Cuántos acallan la voz interior por la seguridad exterior! No se dan cuenta de que la seguridad es una ilusión.
Los comienzos no son fáciles: la incertidumbre, la adaptación a la nueva situación, las facturas… producen miedo. Trabajar por cuenta propia no es fácil en ningún momento. Así y todo, puede más mi deseo de autorrealización, de seguir la llamada interior. Aunque hay momentos en que las circunstancias me hacen estar al borde de la rendición, me resisto a echar por tierra lo que da dirección y sentido a mi existencia.
Mi deseo de servicio, de ser útil, ha hecho que sienta ciertos escrúpulos hacia el dinero. Siempre he querido que mis clases fuesen asequibles para el mayor número posible de personas; sin embargo, mantener mi centro de yoga y todo lo que conlleva ser autónoma, no lo hace factible para algunos. Cuando en alguna ocasión, afortunadamente no muchas, me han dicho que mis clases eran caras, me habría gustado pedirles que tuvieran una visión más realista del asunto, incluso que cogiesen una calculadora.
Llevar una vida austera me ha permitido ejercer mi vocación, y animo a que los demás sigan, también, el camino que les señala el corazón… sin olvidar que, “aunque no solo de pan vive el hombre”, sí que lo necesitamos. Todos.
Nota: Gracias, Almudena Morgado (alumna de Bindu), por hacer las correcciones necesarias para que el texto sea más claro.