Volver al punto de partida
La vida onírica es más que una manifestación del inconsciente: es un manantial de auto conocimiento y transformación. Los sueños tienen múltiples funciones y, quizá, la dificultad radique en reconocerlos. Están los que nos ponen en contacto con nuestros procesos psicológicos profundamente enterrados: función informativa; los que nos revelan nuestros problemas y sus posibles soluciones: función diagnóstica; los que nos conectan con nuestro potencial energético: función terapéutica; y los que satisfacen necesidades y deseos insatisfechos en el estado de vigilia: función compensatoria. Pero también están los sueños premonitorios, telepáticos, clarividentes, lúcidos, los portadores de mensajes del más allá y el viaje astral.
Viernes, nueve de febrero de 1996.
El sueño comienza viendo a mis alumnos del grupo de las 18:00h. Me propusieron ir a casa de uno de ellos para hacer yoga; les dije que prefería dar la clase en el centro. Súbitamente, me veo con ellos en la época de Jesús de Nazaret, en una plaza amplia. Cuando Jesús nos vio, vino hacia nosotros y nos dijo:
– Vosotros, en vuestra época, podéis comprender mejor el mensaje que he traído.
De pronto, lo veo rodeado de mucha gente que intentaban tocarlo para sanar. Yo también quería hacerlo, pero Jesús se volvió para decirme:
– Ana, tú no necesitas eso.
Veo que Jesús lleva un cayado y quiero cogerlo. Él se vuelve:
– Ana, tú no necesitas eso.
Jesús desaparece y todo el mundo lo busca. Lo veo y me dice:
– Quien me quiera encontrar, tiene que volver al punto de partida.
De repente, me veo con Él en la plaza sobre una especie de mandala formado por círculos y triángulos. Instantáneamente, cambia la escena y Jesús y yo estamos en el interior de una cueva; aparece Lázaro, resucitado, envuelto en vendas y un aspecto horrible.
– Pero, Lázaro, ¿tú que haces aquí?- le preguntó. Y me desperté asustada.
Acudieron muchos sentimientos, análisis, reflexiones, dudas… Pero sobre todo, me sentí agradecida por haber recibido el mensaje que, desde los albores de la humanidad, místicos y maestros espirituales han trasmitido aunque fuese con lenguajes, simbolismos y tradiciones distintas.
Me llevó bastante tiempo comprender la totalidad y esencia del sueño: para experimentar el Ser Divino que somos, tenemos que volver al punto de partida: el Renacimiento del Yo. Pero para ello antes tiene que morir el pequeño yo, eso que creemos que somos: nombre, genes, sexo, educación, profesión, nacionalidad, creencias… El problema surge por la identificación y el apego a ella; por el temor a dejar de existir si el ego muere. Y es el miedo el que nos aleja de experimentar el Amor que conlleva el despertar a la Realidad Superior. Es el miedo el que nos mantiene en el estado de separación y sufrimiento.