Estuve aquí

 En Relatos biográficos de una yoguini

La primera vez que se percibe, suele dejar huellas profundas: me ha pasado, sobre todo,  durante mi infancia. En tal instante, solo existe claridad, certeza; no hay interrogantes. Pasada esta primera visión, se pierde lo genuino del acto.

Siempre me he considerado una privilegiada. Vivir junto al mar, poder ver sus incesantes transformaciones y cómo me influían; oír las olas deslizarse mientras me dejaba abrazar por el sueño acogedor. Mientras la vida se desplegaba ante mí, la mar era curiosa espectadora de gran parte de mis vivencias. Experiencias, todas ellas, que me han ido formando. Aun el colegio donde estudié EGB estaba, literalmente, en su orilla. Muchas veces pude ver su espuma golpear las ventanas del aula, hecho que me llevaba muy lejos de la asignatura y explicaciones que estuviéramos recibiendo.

A la maestra que teníamos en cuarto de EGB le gustaba dibujar; solía aprovechar los momentos en los que estábamos haciendo tareas para elegir a una de nosotras y dibujarla. Recuerdo un día en el que estaba ojeando un libro y al ver algunas construcciones antiguas sentí que había estado en esos lugares. Los edificios más familiares eran un templo hindú, otro griego y las pirámides de Egipto. El pensamiento fue: <<Yo he estado aquí>>. Era la segunda vez en mi vida que tenía ese tipo de percepción: la primera con siete años, como relaté en No es la cigüeña, y con nueve años, la segunda.

A principio de los años 90, conocí a una vidente. No era cartomántica ni quiromántica. La habitación en la que me recibió estaba cargada de santos. Estábamos sentadas una frente a la otra y casi desde el principio tuve la necesidad de sentarme en el suelo, aunque con vergüenza, no pude evitar preguntarle si podía hacerlo. Me dijo que sí, que era porque muchas de mis vidas anteriores fueron en oriente. Qué a gusto me sentí cuando me acomodé  sobre el suelo con las piernas cruzadas, permaneciendo así el resto del tiempo en aquella habitación trasportadora. Me habló de cuatro encarnaciones en la India y una en China, Japón, África, America nativa y Egipto. Incluso me dio detalles de algunas de ellas. También me habló de mi abuelo, al que no conocí, y cuando llegué a casa y se lo conté a mi madre, lo corroboró.

Fue una experiencia extraña. De lo que estaba viendo ella, en algunas ocasiones, dudé; otras confirmaron vivencias que había tenido; y en otras no le quise hacer caso: solo me dio un consejo y no lo seguí: cómo me arrepiento de no haberlo hecho, y más aún últimamente.

Algunas veces me he preguntado si todos tenemos percepciones de otras vidas; o por qué unos sí y otros no; o por qué unos las tienen, pero las olvidan. Cuando me han ocurrido han sido espontáneas, y las reflexiones y preguntas solo iban surgiendo conforme cumplía años. Muchas personas utilizan técnicas para intentar averiguar si los traumas actuales tienen que ver con una vida anterior, o simplemente la curiosidad los mueven para explorarlas. Mas a mí no me importa dónde estuve en otras vidas, ni qué o quién fui, porque de lo que realmente me ocupo es de vivir aquí, ahora. Ver. Comprender. Aceptar. Fluir.

 

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